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lunes, 8 de julio de 2013

Desheredados.

Ayer en catorce entidades de México se llevaron a cabo elecciones. Municipios, congresos y una gobernatura estaban en disputa por los partidos políticos, algunos de sus candidatos apoyados por la sociedad, la gran mayoría únicamente por los lambiscones que a usanza de las cortes medievales su trabajo era exagerar o inventar virtudes además de comprar tantas voluntades sean necesarias para llegar o mantener el poder.

Al escribir ésto busco tratar de definir mi estado de ánimo. Enojo, decepción, tristeza, vacío y varios adjetivos más se acomodan a las letras, pero más que eso es tiempo de reflexión.

Podría hablar de temas generales de todos difundidos, pero hoy prefiero hablar de mis casos particulares.

En unos días más cumplo cuatro años de haber llegado a Jerez, la madurez política de la gente se resume en que en 15 años ningún partido ha conseguido gobernar dos veces seguidas al municipio y ayer de nuevo ganó la alternancia. Me llena de alegría vivir en un lugar donde se castigó el mal gobierno de un priista y la gente le quitó su confianza al partido que gobierna el estado.

En Durango, tierra que amo profundamente muy poca gente participó, es tanta la decepción y el desencanto, el miedo y las amenazas que el PRI ganó con abstencionismo. Lo demás es una realidad cancerosa que tuvimos que comernos, olerla putrefacta, mirarla miserable. Acarreo de los sectores más pobres, ignorantes e ignorados por quienes los utilizan, acompañados de gente... no diría inteligente porque son egoístas y la inteligencia busca el bien común, no diría educados porque la educación enseña valores y ellos no los tienen, son gente que pasó por la universidad y cultivo dos defectos: mediocridad y ambición.

A ellos ya los conocemos y es preciso siempre refrendarles con la verdad dos palabras que no conocen: justicia y conciencia.

En últimos días me invade un poco la nostalgia, como decía estoy por cumplir cuatro años viviendo en Jerez (donde se supone que venía por diez meses) y antes de aquí pasé un año y medio "viviendo" en León, aunque viajando mucho.

Conocí hace poco a una amiga de mi novia, la ocasión era una boda y alguien en la mesa le preguntó si su novio iría a la recepción, luego alguien preguntó de donde era.

Ella respondió:

- Esa es una pregunta difícil, el nació y vivió en Guadalajara hasta los diez años, luego estudió la secundaria y preparatoria en una comunidad a un par de horas de la capital, en la universidad se trasladó a Zacatecas, desde que salió trabaja en otra comunidad algo lejana y tiene planes de irse el próximo año a Guanajuato. Debe ser extraño no tener como la mayoría de la gente arraigo a un solo lugar.

Egolatría o naturalidad me remití a mis ideas.

Hablando de mejores amigos en próximos meses uno de ellos irá a estudiar su último semestre de maestría a Rumania, otro de ellos en Octubre partirá a Alemania a estudiar su doctorado, otra gran amiga ahora está trabajando en Paraguay y va continuamente a Brasil a visitar a su novio, un último caso es mi amiga, la que está en Venezuela en una estancia postespecialidad.

Yo ingresaré a la maestría en enero y recuerdo que durante la entrevista de selección el doctor me platicaba que pondrían como requisito participar en al menos un congreso fuera de Aguascalientes, porque muchos alumnos al vivir en un estado con una excelente universidad y un desarrollo envidiable a veces no veían más allá.

Muchos de los que nacimos y crecimos en Durango, al que amamos, tristemente nos vemos en la necesidad de salir, entre su paupérrimo desarrollo económico, sus cacicazgos políticos y la mediocridad e ignorancia de muchos de sus habitantes aunados creo, a que también ejercemos un poco la conciencia y decidimos alejarnos un poco de esos males.

Una frase celebre dice "No es sano estar perfectamente adaptado en una sociedad profundamente enferma".  Jiddu krishnamurti.

Hoy quizá sentimos decepción por la realidad política, porque muchos expresamos los errores, los abusos, los delitos y el incumplimiento cínico de muchas autoridades. Pero lo que quebra el espíritu es la indiferencia de la mayoría, ese conformismo de sobrevivir de migajas, esa forma de anteponer ideologías a los más inherentes valores humanos.

Pareciera que no queda más camino que salir y mantenerse lejos.

El abandono siempre rompe el alma, la tritura en amarguras, soledades. La melancolía de extrañar a los padres, los hermanos, los amigos. Tomar un transporte lejos y saber que aún en caso de urgencia es inseguro tomar la carretera para estar con ellos.

No se si seamos conscientes, renegados o luchadores, pero de lo que estoy seguro es que somos desheredados.

Por decisión renunciamos a una herencia empeñada en deuda pública, en opulencia de pocos, en ignorancia de muchos. Desheredados pues, de nuestros sabores y cultura, de nuestras calles y amaneceres, de nuestros sueños y de nuestra tierra.

Pero, mas allá de la tragedia, hoy tenemos la oportunidad de enriquecernos del mundo, de dejar de ser ciudadanos de Durango y volvernos más universales. De adquirir valores a cambio de la moneda de nuestro propio sudor y criterio. De construir ante la adversidad los propios anhelos.

Desheredados, si.

Pero más que malditos por una tierra corrupta, nos vamos sin aceptar la herencia rota, las migajas; nos vamos bendecidos con la oportunidad de transitar caminos sin trillo. De aprender a ser al mismo tiempo semilla que tierra fértil.


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