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martes, 25 de febrero de 2014

Respiros

Hace mucho que no escribo, tanto que los últimos tres meses ha faltado tiempo para muchas cosas.

A finales de noviembre mi jefe renunció y me ofrecieron el puesto a mi, desde ese momento soy supervisor de planta, el cargo podría llamarse subgerente de producción o subgerente de operaciones. El nombre es lo de menos, la responsabilidad es mucha y el trabajo a ratos se desborda.

Sin embargo mis padres nunca me enseñaron a rendirme y aunque estoy chavo para el puesto (Mi exjefe tenía 52 años y cuanto tomé el cargo aún tenía 27), me ha ido bien éstos primeros meses y aún tengo un mundo por aprender.

En enero empecé la maestría, un programa muy bien elaborado, profesionalizante y que en dos años (Si aún tengo cordura para ese tiempo) me dará el título de maestro en informática y tecnologías computacionales.

Trabajar, estudiar, dormir poco y ver a Cecy una o cuando mucho dos veces a la semana. Ir a Aguascalientes cada viernes y regresar el sábado viajando en auto, llamar a mi familia cuando no me desocupo tan tarde (ellos se duermen temprano) y soñar con que ésto que hago me lleve a la trascendencia, me de el dinero necesario para un día botarlo todo y ponerme a escribir.

Aunque a ratos palidecen las ideas y se nublan las ilusiones; entre las operaciones matemáticas de la vida diaria, muchas noches termino enredado entre mis propias cavilaciones, entre lo inacabado, entre los pendientes urgentes a resolver a primera hora de la mañana del día siguiente.

Entre tanto a veces extraño a los amigos, los viejos tiempos, ir a grupo cada viernes y nutrirme en la semana santa en la sierra con los hermanos pobres en recursos pero acaudalados en fe. A la fecha me faltan esos faros que iluminan un camino donde no asumo como imposibles de cambiar los pesares del mundo y los propios.

Extraño a mi familia tanto como ellos me extrañan a mi, pero ambos sabemos que es momento de construir, que ésta necesaria distancia y tiempo que nos separan no diluyen el amor familiar y el interés de que el otro esté bien. Esa nostalgia se diluye cuando pienso que con mis pasos lleno de satisfacción a mis padres que cuando menos pueden presumir un hijo gerente que se está sacrificando por estudiar un posgrado que le pagan sus jefes.

Me sorprende que en esos breves instantes para divagar mis deberes no me siento solo; me preciso justo en el lugar donde debiera encontrarme, en un sueño sobrio donde llueven bendiciones y se crece en verdades.

Justo ahora es cuando entiendo esa madura consecuencia de la renuncia, de aceptar los límites y los imposibles, dejar la terquedad y aceptar las derrotas del pasado firmar postmortem los errores, aceptando que ya no puedo remendarlos, pero sabiendo que en el camino estoy mejor y soy mas sensato.

Pero bueno, tanta razón tiene Benedetti cuando escribió "Para saber que al fin el mundo es esto en su mejor momento una nostalgia en su peor momento un desamparo y siempre siempre un lío" . Y aunque con muchas satisfacciones, sigo siendo una desorganizada colección de nostalgias y buenas intenciones.