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sábado, 7 de junio de 2014

Bitácoras

Algunos hombres tenemos etapas así, cerradas, indiferentes, autodigestivas; donde presume un esfuerzo titánico responder al "¿Cómo estás?" con otra respuesta que no sea "bien" a secas y donde aterrado uno corresponde con "¿Y tu?", con el miedo de invertir 2 minutos o un par de horas en escuchar problemas ajenos, circunstancias incambiables o ver como el interlocutor divaga tantas veces en su discurso, que hace un hoyo en la tierra de tanto pasar y discurrir de simplezas.

De los que uno se aleja más es de los viejos amigos a los que se reduce a un estrecho cajón de estacionamiento, a los que se observa a lo lejos. Es de suma pereza dar el mismo consejo por milésima ocasión o responder a las tragedias diarias diciendo "Animo" o "Échale ganas", se vuelve un objetivo más necesario, escribir una carta a la real academia solicitando prohiba en esa semántica el uso de esas palabras porque ante tantas situaciones de la vida es obvio que solo queda seguir lo más animado posible.

Las respuestas son más complicadas.

Uno se esfuerza irremediablemente por resumir el trabajo, la maestría, la novia, los planes. Aunque debiera decir más bien, mi trabajo, mi maestría, mi novia,  mis planes. Pero al poco eso se transtorna en un imposible ejercicio de resumir hechos importantes encontrándose detalles significativos que sin darse cuenta uno también termina haciendo un hoyo en la tierra de tantas vueltas y detalles. Por eso a los poetas nos cuesta tanto narrar más si somos ansiófilos. 

Las horas se van como simples ejercicios de cognición, descubrir el tema, el mótivo, la razón. Ante cada situación aparece una respuesta simple: vida, muerte, ambición, amor, duda, odio, abandono, infidelidad, carencia, miseria, opulencia luego uno se da por enterado del tema y si es necesario se da una lógica recomendación y es tan automático ese raciocinio que si es alguien conocido es tan sorprendete lo predecible que puede ser un ser humano. Porque sabiendo que tan cojo es el lisiado se sabe con mayor certeza cuando y donde caera. Porque sabiendo lo terco que puede ser se sabe casi perfectamente que tan rápido se levantara. Porque conociendo la fortaleza del músculo se sabe detalladamente el peso que puede levantar. Porque sabiendo las ilusiones, motivaciones y ansiedades es fácil ser vidente del cautivo.

Ante semejante estado de consciencia donde los sentimientos están demasiado sobrios y las emociones partieron de vacaciones es importante andar con cuidado porque tanta agudeza no debe ser buena para la salud humana.

El problema no es la locura, el problema es volverse ajeno del mundo y de la propia naturaleza social que aunque no fuera necesaria de algo tenemos que morir y ese desgaste natural es el que mantiene la vida hermosa y ciclica como debe ser.

martes, 25 de febrero de 2014

Respiros

Hace mucho que no escribo, tanto que los últimos tres meses ha faltado tiempo para muchas cosas.

A finales de noviembre mi jefe renunció y me ofrecieron el puesto a mi, desde ese momento soy supervisor de planta, el cargo podría llamarse subgerente de producción o subgerente de operaciones. El nombre es lo de menos, la responsabilidad es mucha y el trabajo a ratos se desborda.

Sin embargo mis padres nunca me enseñaron a rendirme y aunque estoy chavo para el puesto (Mi exjefe tenía 52 años y cuanto tomé el cargo aún tenía 27), me ha ido bien éstos primeros meses y aún tengo un mundo por aprender.

En enero empecé la maestría, un programa muy bien elaborado, profesionalizante y que en dos años (Si aún tengo cordura para ese tiempo) me dará el título de maestro en informática y tecnologías computacionales.

Trabajar, estudiar, dormir poco y ver a Cecy una o cuando mucho dos veces a la semana. Ir a Aguascalientes cada viernes y regresar el sábado viajando en auto, llamar a mi familia cuando no me desocupo tan tarde (ellos se duermen temprano) y soñar con que ésto que hago me lleve a la trascendencia, me de el dinero necesario para un día botarlo todo y ponerme a escribir.

Aunque a ratos palidecen las ideas y se nublan las ilusiones; entre las operaciones matemáticas de la vida diaria, muchas noches termino enredado entre mis propias cavilaciones, entre lo inacabado, entre los pendientes urgentes a resolver a primera hora de la mañana del día siguiente.

Entre tanto a veces extraño a los amigos, los viejos tiempos, ir a grupo cada viernes y nutrirme en la semana santa en la sierra con los hermanos pobres en recursos pero acaudalados en fe. A la fecha me faltan esos faros que iluminan un camino donde no asumo como imposibles de cambiar los pesares del mundo y los propios.

Extraño a mi familia tanto como ellos me extrañan a mi, pero ambos sabemos que es momento de construir, que ésta necesaria distancia y tiempo que nos separan no diluyen el amor familiar y el interés de que el otro esté bien. Esa nostalgia se diluye cuando pienso que con mis pasos lleno de satisfacción a mis padres que cuando menos pueden presumir un hijo gerente que se está sacrificando por estudiar un posgrado que le pagan sus jefes.

Me sorprende que en esos breves instantes para divagar mis deberes no me siento solo; me preciso justo en el lugar donde debiera encontrarme, en un sueño sobrio donde llueven bendiciones y se crece en verdades.

Justo ahora es cuando entiendo esa madura consecuencia de la renuncia, de aceptar los límites y los imposibles, dejar la terquedad y aceptar las derrotas del pasado firmar postmortem los errores, aceptando que ya no puedo remendarlos, pero sabiendo que en el camino estoy mejor y soy mas sensato.

Pero bueno, tanta razón tiene Benedetti cuando escribió "Para saber que al fin el mundo es esto en su mejor momento una nostalgia en su peor momento un desamparo y siempre siempre un lío" . Y aunque con muchas satisfacciones, sigo siendo una desorganizada colección de nostalgias y buenas intenciones.